Este pasado fin de semana he tenido la suerte de reunirme con unos amigos y pasar con ellos una jornada fantástica

En estos casos siempre nos juntamos para comer y charlar de cosas banales y  no tan banales. Es un buen momento de reencuentro. Nos queremos, nos aceptamos tal cual somos: el chistoso, el simpático, el tímido, la intelectual , el recién llegado al grupo…(cuánta etiqueta!.. mucho coaching pero nadie se salva de enjuiciar ¿verdad Carola?).

Son momentos también para ponernos al día, y para compartir inquietudes. En esa charla un amigo me comentó que últimamente me veía muy activa en las redes y que le gustaba seguirme para ver lo que compartía.  Le pregunté cómo era que él no hacía lo propio y la respuesta fue la esperada, no tenia tiempo para las redes. La conversación pasó de ser bidireccional a convertirse en el centro de la reunión por unos minutos. Parece que esto de las redes interesa y mucho, pero también que el escudo de la falta de tiempo está más presente de lo que nos pensamos. Todos los presentes estamos en la franja de edad de 40 y tantos hasta los 50 y pocos. A primera vista es una generación que aunque no seamos nativos digitales, sí es cierto que tenemos el acceso al mundo digital de primera mano. A pesar de que allí había arquitectos, maestros, comerciales, manager de hoteles, agentes de la propiedad, entre otros, me sorprendió que sólo unos pocos tenían Linkedin actualizado, casi ninguno Twitter y algún  Facebook había por ahí muy olvidado. Nada que decir sobre Instagram o pinterest por ejemplo.

Existe una creencia, a mí entender muy limitante, arraigada a mucha gente de esta generación y es pensar que el destinar tiempo a gestionar nuestra propia presencia en las redes es malgastarlo. Que debemos hacer uso de nuestros minutos a acciones más provechosas, que eso de las redes son una pérdida de tiempo, que te metes en ellas cuando no trabajas, o peor todavía; la gente activa en ellas no trabaja nunca.

No voy a negar que la gestión en las redes implica elección , el tiempo es finito y debemos escoger en qué lo empleamos. Pero es igualmente cierto que el cerrar los ojos a la evidencia no hace que ésta desaparezca , aunque no quieras tu huella digital está o estará en la nube.  

He hecho una prueba y he googleado a alguno de los allí presentes . La gran mayoría tiene rastro digital,  que para su tranquilidad no es ningún caso negativa, y en muy pocos casos no he encontrado nada en la red.  Tanto en un caso como en otro queda en evidencia que hay una no gestión de la marca personal profesional y como muy bien dicen los expertos, si no la manejas tu, otros lo harán por ti, y claro está, no te preguntaran cómo quieres que lo hagan. Si esperas que lo hagan , vas listo.

Las personas que se encuentran en esa franja de edad, que todavía tienen entre 20 y 30 años activos profesionalmente por delante no pueden dormirse en los laureles. Lo mismo tuvo que hacer mi madre en  los años 80 cuando se reincorporó al mercado laboral y oír hablar de fax y del telex le sonaba a chino, pero era su Twitter y su Linkedin del momento. Ella tuvo que ponerse manos a la obra y dejar a un lado la pereza, las manías, las vergüenzas,  los complejos de estar “fuera de onda”, de sentirse mayor y menos preparada que otras compañeras que podían optar al mismo empleo, todo ello para volver a ser empleable. Ella tuvo que desaprender una metodología  y la forma de entender el mercado laboral que tenía, para aprender otra.

Estamos ahora ante una revolución y quien se quede quieto, pensando que esto no va con él está equivocado. Como mi madre aprendió qué era el telefax como condición sine qua non  para ser empleable, a todos ahora nos toca saber qué son y cómo gestionar las redes. No queda otra.

La reunión finalizó con un ofrecimiento por mi parte, en breve nos veremos para poder compartir con quien quiera de ellos mis conocimientos de red. Desde aquí agradecerles a mis amigos el aprendizaje que saqué junto con ellos.